Matilda dice haber visto a un Hombre que es diferente a las Mujeres cuando dice que le gusta la cerveza. Matilda ha estado cerca de aquel Hombre que dice con voz de atleta: “Voy a ganar la carrera y me compraré un Oso de peluche para dormir mejor”. Matilda cocina todos los días, su cuerpo es el mismo para ella y para el Hombre que todos los días le pide el Desayuno: Huevos Fritos con tocino y Jugo de Naranja. El Hombre es aquel Hombre que todos los días señala su carro estacionado como la fiera indómita que lo acompaña. Matilda vence a las nubes que le hacen un presagio: “Estás derrotada”. Ella, Matilda, por decir su nombre, es al mismo tiempo Madre, Lectora de Cartas, Escritora y Amante de su esposo. De todas sus responsabilidades, la de ser Lectora de Cartas, le ha traído muchas sorpresas sobre todo cuando identifica un patrón de comportamiento de una mujer y se ve reflejada en ella. La última vez, identificó un problema de una sucesión de personalidades suicidas en una mujer de mirada lánguida. Acaso, ella, ¿es una mujer que no puede continuar haciendo lo que cree que le gusta?. Prepara la leche, su color blanco le recuerda la primera vez que alimentó a su hijo, y luego piensa que es hermoso ser Madre.
El Hombre que siempre aparece ante ella, es el retrato de su Abuelo, solo que él no lo sabe, debido a que tiene poco de haber llegado a Wyoming, y ella nunca le ha comentado nada, pues ni siquiera lo conoce y apenas lo ha visto contadas veces. Su mirada es como un hielo, y cuando habla solo dice: “Lo mismo, por favor”.
Aquel Hombre para Matilda, comenzó a ser un Hombre, a quien ella admiró secretamente a partir del primer mes de su llegada.
Matilda siempre se peina con gel, acomoda su cabello castaño para atrás. Luce unos pendientes en forma de mano, que le recuerdan su gusto por Frida, aunque luego le viene a la memoria la cara de Picasso de quien se dice que regaló unos pendientes en forma de mano a Frida.
El Hombre que siempre aparece ante ella, es el retrato de su Abuelo, solo que él no lo sabe, debido a que tiene poco de haber llegado a Wyoming, y ella nunca le ha comentado nada, pues ni siquiera lo conoce y apenas lo ha visto contadas veces. Su mirada es como un hielo, y cuando habla solo dice: “Lo mismo, por favor”.
Aquel Hombre para Matilda, comenzó a ser un Hombre, a quien ella admiró secretamente a partir del primer mes de su llegada.
Matilda siempre se peina con gel, acomoda su cabello castaño para atrás. Luce unos pendientes en forma de mano, que le recuerdan su gusto por Frida, aunque luego le viene a la memoria la cara de Picasso de quien se dice que regaló unos pendientes en forma de mano a Frida.
¿Cómo empezar a establecer una relación discreta con aquel Hombre?, ella se pregunta cuando acelera su Mustang clásico que le regaló su abuelo. Ella siente que puede descubrir un pasado interesante en aquel Hombre, a ella le gusta la forma en que aquel Hombre come tocino, la forma en como utiliza los cubiertos, pero sobre todo la forma en que coloca su sombrero en el perchero del pasillo que conduce a los sanitarios.
Él es un Hombre que forma parte de su Vida, y él no lo sabe. ¿Qué será de mí, si no le confieso mis sentimientos?, la pregunta llega en forma de un viento que roza su rostro cuando se traslada de Lost Paradise, el restaurante donde ella trabaja, rumbo a su casa, en donde a las 3:00 p.m. inicia su lectura de Cartas. La lectura de Cartas la lleva a descubrir algo nuevo en ella, y el Hombre aparece ahora frente a ella en su pensamiento premonitorio, el parecido con su abuelo es más perceptible y recuerda la última vez que vio a su Abuelo bajar de su caballo una tarde de fin de semana que se convirtió en el día de su despedida final. El retrato de su Abuelo, la acompaña en la habitación y es ahí donde ella quiere que la acompañe; su esposo duerme a su lado, ella sabe que lo quiere, que no lo cambiaría por nada. Pero aquel Hombre está ganando terreno en la intimidad de sus sentimientos, ella recuerda cuando Lost Paradise era el lugar de su trabajo. Ahora una nueva sensación la hace pensar que su vida ha cambiado, el Hombre que siempre come con sus labios carnosos y que mastica su bocado para luego digerir su comida con un gesto de compasión, disminuye el ritmo mientras mastica y sujeta firmemente un crucifijo y comienza su oración con la misma convicción de siempre.
El Hombre agradece el haber podido comer una vez más, ella lo observa y ve el detalle de su gesto invocando a Dios que la comida no falte en las mesas de la Humanidad. El gesto del Hombre con su personalidad conquistó los sentimientos de Matilda, y reafirmó la doctrina que su Abuelo le enseñó cuando ella y sus hermanos daban gracias por los alimentos recibidos. Todos los días ella se alimenta con las caricias que su esposo le ofrece para hacerle saber que aún la ama.
Los días de visita del Hombre a Lost Paradise estaban por terminar, ella por fin se atreve a confesar a su Hombre, las afinidades que ella creyó que tenía con él, una a una, las frases conforman la declaración final, el olor a café es parte del ambiente que ella vive como preámbulo de una magnitud emocional como si ella renaciera en un Paraíso. El Hombre solo se limita a decir que por favor le traiga la cuenta.
Él es un Hombre que forma parte de su Vida, y él no lo sabe. ¿Qué será de mí, si no le confieso mis sentimientos?, la pregunta llega en forma de un viento que roza su rostro cuando se traslada de Lost Paradise, el restaurante donde ella trabaja, rumbo a su casa, en donde a las 3:00 p.m. inicia su lectura de Cartas. La lectura de Cartas la lleva a descubrir algo nuevo en ella, y el Hombre aparece ahora frente a ella en su pensamiento premonitorio, el parecido con su abuelo es más perceptible y recuerda la última vez que vio a su Abuelo bajar de su caballo una tarde de fin de semana que se convirtió en el día de su despedida final. El retrato de su Abuelo, la acompaña en la habitación y es ahí donde ella quiere que la acompañe; su esposo duerme a su lado, ella sabe que lo quiere, que no lo cambiaría por nada. Pero aquel Hombre está ganando terreno en la intimidad de sus sentimientos, ella recuerda cuando Lost Paradise era el lugar de su trabajo. Ahora una nueva sensación la hace pensar que su vida ha cambiado, el Hombre que siempre come con sus labios carnosos y que mastica su bocado para luego digerir su comida con un gesto de compasión, disminuye el ritmo mientras mastica y sujeta firmemente un crucifijo y comienza su oración con la misma convicción de siempre.
El Hombre agradece el haber podido comer una vez más, ella lo observa y ve el detalle de su gesto invocando a Dios que la comida no falte en las mesas de la Humanidad. El gesto del Hombre con su personalidad conquistó los sentimientos de Matilda, y reafirmó la doctrina que su Abuelo le enseñó cuando ella y sus hermanos daban gracias por los alimentos recibidos. Todos los días ella se alimenta con las caricias que su esposo le ofrece para hacerle saber que aún la ama.
Los días de visita del Hombre a Lost Paradise estaban por terminar, ella por fin se atreve a confesar a su Hombre, las afinidades que ella creyó que tenía con él, una a una, las frases conforman la declaración final, el olor a café es parte del ambiente que ella vive como preámbulo de una magnitud emocional como si ella renaciera en un Paraíso. El Hombre solo se limita a decir que por favor le traiga la cuenta.
Foto: Edie Sedgwick
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